¿Generación truncada? El complejo escenario laboral que enfrenta la población juvenil debido a la pandemia
La emergencia sanitaria por Covid-19, con las medidas de confinamiento, clausura económica y distanciamiento social, ha significado un tiro de gracia para una generación de jóvenes que ya atravesaban un escenario complejo antes de la pandemia debido al endeudamiento, las precarias condiciones laborales y áreas profesionales ya copadas de egresados. La OIT advierte que son los jóvenes los que se verán más afectados a largo plazo por la crisis que conlleva la pandemia.
Matías -nombre modificado, ya que pidió mantener su identidad en reserva- tiene 27 años, estudia antropología en la Universidad Católica y antes de la pandemia compatibilizaba su tiempo libre con los estudios y trabajando en un café. Todas esas actividades parecen ahora lejanas, en medio de la cuarentena, encerrado en su casa sin poder trabajar ni estudiar y esperando una fecha concreta para realizar su examen de grado.
A Matías solo le quedaba realizar este examen a fines de marzo para licenciarse, sin embargo, no ha podido realizarlo, ya que el requisito es que éste sea presencial. Por otra parte, tras el estallido perdió su trabajo en una cafetería cercana a Plaza Dignidad, por lo que entró a hacer turnos en otra a inicio de este año. Pero ya ese trabajo quedó en nada tras el inicio de la pandemia por coronavirus, ya que no tenía contrato estable.
“Es como la norma bajonearme. Ya no tengo 22 años, así que no me siento con la sensación de que tengo tiempo. Ya llevo esperando mucho rato para titularme y me faltaba tan poco y pasa la pandemia”, reflexiona.
Como él, son miles los jóvenes que han visto su futuro laboral truncado, ya sea porque sus estudios han pasado a la modalidad online, o se han suspendido, o porque sus trabajos han, simplemente, desaparecido. Y el efecto de la pandemia puede ser aún más a largo plazo para quienes planificaban ingresar al mundo laboral o se mantenían en trabajos informales.
Según el último informe sobre trabajo juvenil de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el sector de población más afectado con la crisis económica tras la pandemia son los jóvenes, lo que los transforma en una especie de generación perdida.
Este organismo señala que casi el 77% de jóvenes trabajadores en todo el mundo (328 millones) tenían un empleo en el sector informal. En una nueva encuesta a escala mundial realizada por la OIT y varios asociados de la Iniciativa Global sobre Empleo Decente para los Jóvenes, se muestra que 1 de cada 6 jóvenes encuestados ha dejado de trabajar desde que surgió la crisis de la COVID‑19.
Para los jóvenes que estudian, la misma encuesta dice que la mitad afirma que terminarán sus estudios con retraso y el 10% cree que no terminará sus estudios. Signos de deserción universitaria ya han sido percibidos por las universidades.
La Universidad de Tarapacá señala que ya han desertado más de mil alumnos de sus carreras, mientras que 1.350 jóvenes lo hicieron de la Universidad de Magallanes.
A esto se suma que muchos de ellos han perdido beneficios estudiantiles, como becas y trabajos esporádicos. Esto le pasó a Pía Ibarra, estudiante de periodismo de la Universidad de Santiago, oriunda de Talca. Sus labores esporádicas para tener algo de ingresos ya no las puede ejercer, ya que dependía de reportear actividades de la universidad. La pandemia tampoco le permitió quedarse en Santiago, así que tuvo que volver a vivir con su madre a Talca.
“El ingreso familiar ha disminuído en mi casa y yo este año pensaba hacer miles de cosas y ahora ya no, no las podré hacer. Me afectó al principio porque no podía seguir pagando el arriendo en Santiago”, afirma Ibarra.
“La OIT aboga por que se adopten a la mayor brevedad posible medidas de respuesta a nivel político a gran escala, para evitar que los jóvenes padezcan consecuencias adversas a largo plazo en los planos educativo, formativo y profesional. Para afrontar esos retos, los gobiernos deben ofrecer soluciones integrales que conjuguen elementos de los cuatro pilares del marco general de políticas de la OIT para hacer frente a la crisis de la COVID‑19”, recomienda la organización.
La organización asegura que en ese sentido, en países desarrollados, los jóvenes tienen mejores expectativas laborales, ya que en esos países el trabajo informal es menor.
Esa comparación entre un país desarrollado, y uno que no lo es, la puede hacer bien Evelyn Morales, periodista de 27 años. “Hago los trabajos que los alemanes no quieren hacer, y aún así tengo una mejor calidad de vida que en Chile”, comenta Morales.
Desde hace dos años vive en Berlín, Alemania, lugar al que llegó mediante un programa de working holiday. Desde fines de 2018, trabaja en la capital germana realizando labores de aseo en hogares particulares y delivery en bicicleta. Además, administra la página de instagram @itravelyn plataforma en la que publica fotografías de sus viajes y datos para encontrar nuevas rutas.
Antes de eso, había trabajado como periodista, realizó labores comunicacionales en festivales de cine, en instituciones educativas, y también en una municipalidad del Gran Santiago, donde estuvo a contrata durante cerca de ocho meses.
“Haciendo limpieza gano más que en cualquier trabajo de periodista que haya tenido, y lo bueno es que no trabajo todo el día. Por lo tanto, es menos inversión de tiempo y por lo tanto gano más por hora. Con estos trabajos estoy mucho mejor que en Chile”, dice Morales.
Vino de vacaciones a Chile, a visitar a su familia y amigos a fines de enero de este año. Cuando pretendía volver a comienzos de marzo a Alemania, el Coronavirus ya hacía estragos en Europa. Le cancelaron el vuelo en tres ocasiones y solo pudo volver en junio, cuando un vuelo de repatriación gestionado por la embajada alemana en Chile la llevó de vuelta a Berlín.
Sobre la pandemia de Coronavirus ve con preocupación la realidad chilena en comparación con la alemana, donde la presencia del Estado entrega niveles de seguridad social abrumadoramente diferentes a la realidad de Chile.
“Acá si tú no trabajas las horas que dice tu contrato debido a la pandemia, el Estado se hace cargo del 60% del sueldo que le falta a esos empleados. Por tener contrato todos acceden a ese beneficio. En Chile hay que estar muriéndose de hambre para recibir un bono que es de 50 lucas”, dice Evelyn.
También destaca otra iniciativa estatal que ha permitido que miles de personas que se desempeñaban como trabajadores independientes pudieran mantener sus emprendimientos: “A los autónomos se les donaron 5 mil euros. A mi me los depositaron de hecho, por los trabajos que he hecho de freelance, pero como no tengo ahora ningún emprendimiento tuve que devolver esa donación. Pero muchos han podido mantener sus negocios gracias a ayudas de ese tipo”, dice Morales.
Endeudamiento, educación, bajos ingresos
Según el informe “Youth and Covid-19”, publicado por la OCDE el 15 de junio, la crisis social y económica relacionada con la pandemia planteará riesgos considerables para los jóvenes, y especialmente aquellos más vulnerables, principalmente en cuatro ámbitos: “la educación, el empleo, la salud mental y los ingresos disponibles”.
Según señala este organismo, “los sectores más gravemente afectados por la crisis (por ejemplo, restaurantes, hoteles e industria de conciertos) a menudo son ocupados por jóvenes que ahora enfrentan un mayor riesgo de pérdida de empleo e ingresos”. Además, señala que “el 35% de los jóvenes (de 15 a 29 años) están empleados en empleos mal pagados e inseguros”, en comparación con los trabajadores de mayor edad.
Algunos de estos elementos han sido investigados por la académica Lorena Pérez-Roa, de la carrera de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, y además investigadora del centro Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías del Poder.
En particular, Pérez-Roa ha estudiado las condiciones financieras de los jóvenes que han tenido que endeudarse con créditos como el CAE (Crédito con Aval del Estado) y el crédito Corfo, de tal forma que son jóvenes que han tenido que iniciar el tránsito al mundo adulto y a los proyectos personales de antemano con una pesada y agotadora carga financiera.
Para esta académica, estos jóvenes profesionales han accedido a la universidad pero no a partir de una decisión puramente individual, sino que han sido movilizados por políticas sociales que otorgaban la promesa de una movilidad social ascendente.
“Hay una promesa de movilidad social que está asociada a una mejor posición económica y que efectivamente es lo que impulsó a muchos jóvenes a endeudarse e iniciar estos procesos educativos a costas de un tipo de endeudamiento que tiene tasas de interés elevadas, y cuyas condiciones como crédito no eran las mejores”, señaló la académica.
Además, señala Pérez-Roa, “al ser muchos de ellos los primeros profesionales de la familia juegan un rol muy importante respecto de las expectativas económicas que tienen estas familias sobre ellos”.
Estas deudas determinan a estos jóvenes trabajadores, pues deben iniciar su vida autónoma con una carga muy fuerte en relación a las posibilidades de salario que tienen, además de lo costosa que es la vida en ciudades como Santiago, por ejemplo.
Otra situación que resalta Pérez-Roa es que estos jóvenes suelen quedar aislados de las políticas públicas, debido a que por ser profesionales son considerados una élite a la que estos beneficios nunca llegarán.
De esta forma, estos jóvenes trabajadores están sobreexigidos, pues “tienen que hacerse cargo de su propia vida, de su educación, de sus deudas, de precariedades familiares, y todo esto prácticamente sin nada de protección social, porque no son objeto de política pública, que es exclusiva para gente pobre, y este grupo no cabe dentro de esas categorías clásicas”.
Según la académica, es plausible que esta situación de indefensión genere mucha rabia en esta población, y muy posiblemente esto está relacionado con las manifestaciones de octubre de 2019.
En el contexto de la pandemia, Pérez-Roa, señala que la respuesta del Estado no ha sido transversal, de tal forma que no ha comprendido el fenómeno que experimentan estos jóvenes que han tenido inestabilidad laboral, necesidad de realizar emprendimientos para compensar la precariedad financiera, y también situaciones de autoempleo.
“Esta falta de respuesta transversal termina siendo muy indolente con la situación que vive el otro, lo cual genera mucha rabia y acumula mucha más frustración. Por lo mismo, es plausible pensar que vaya a haber una fuerte movilización social cuando el confinamiento pare”, señala la académica de la Facso.
A todo esto, se suma el efecto que tiene la cesantía y la falta de oportunidad en la salud mental de los jóvenes. Según el estudio de fines de mayo de la OIT, “más de la mitad de los jóvenes encuestados han pasado a encontrarse en situación de vulnerabilidad frente a episodios de ansiedad o depresión desde que comenzó la pandemia” .
Para la estudiante de periodismo, Pia Ibarra, todo lo que le ha ocurrido tras la pandemia ha sido “super triste”.
“Los lazos que uno tiene con los compañeros de la universidad se rompen en cierto sentido, porque es imposible comunicarse con ellos presencialmente, uno antes en la universidad llegabas y hablabas con ellos, podías conversar, ahora no, tienen que ser cosas muy concertadas, puntuales. Encuentro que es mecánico todo, se pierde la fluidez de las relaciones humanas. Yo he escuchado a compañeros que se arrepienten de no haber ido a todos los carretes o de conversar más, y eso ya no se podrá hacer, nosotros salimos el próximo año y se termina la universidad. Y lo peor es que siento que todo el final de la carrera va a ser online. Es super triste”, reflexiona.
Un estudio de Jobteaser con datos de más de 7 mil jóvenes egresados de la universidad recientemente en Europa, arrojó que el 40% de los jóvenes graduados está bastante preocupado, si no muy preocupado, sobre sus perspectivas profesionales, y que casi un tercio de los estudiantes y recién graduados ha modificado sus expectativas profesionales tras la pandemia. Según este estudio, el efecto de esta realidad ha generado aumento en la ansiedad y el pesimismo en los jóvenes.
Fuente: Interferencia