Comité político logra objetivo de blindar al Presidente pero abre varios flancos a futuro
A poco más de un mes de instalado el nuevo comité político, una de sus principales funciones aprueba con nota azul dentro de su sector, y consistía en salvar al Presidente Piñera de sí mismo. El gabinete, a diferencia de sus antecesores, logró lo que parecía imposible: oficiar de fusible y hacer retroceder al Mandatario respecto de su autoimpuesta sobreexposición. Pero esto ha tenido sus costos. En su trabajo de escuderos y considerando la carga que significa debutar en la primera línea del Gobierno, todos comparten la responsabilidad de haber abierto flancos de carácter sensible y de difícil solución para el Ejecutivo. Las deudas del actual comité pasan, precisamente, por evitar que la sucesión de derrotas siga estando a cargo de su propio sector.
Si existe una característica del Presidente Piñera que indiscutiblemente saca ronchas a lo ancho y largo de su sector, es la sobreexposición e improvisación que adopta cada vez que se vive una crisis, lo que trae aparejado no solo un debilitamiento de su imagen como Jefe de Estado, sino que también introduce un factor de ruido para la implementación de las iniciativas gubernamentales. De esta forma, en medio de una pandemia y ad portas de un plebiscito, la nueva composición del comité político que lo acompaña cuenta –a diferencia de sus antecesores– con la aprobación de Chile Vamos, al reconocerles a sus integrantes el logro de haberse instalado como fusibles del Mandatario, algo imposible para el anterior gabinete.
Pero esto no ha sido gratis, ya que si bien todos –menos el ministro de Hacienda, Ignacio Briones– cuentan con una trayectoria parlamentaria, la mayoría está debutando en la primera línea política del Ejecutivo, lo que ha traído como costo una serie de errores no forzados que hacen tambalear el equilibrio de su evaluación y que más de un dolor de cabeza han provocado en el Jefe de Estado. A eso se suman los costos de sus respectivos roles, como lo es cargar con la responsabilidad de hacer frente a sus responsabilidades en un ambiente de extrema sensibilidad social, parlamentaria e institucional, lo que –a juicio de los expertos– importa el riesgo de quemar antes de tiempo a sus representantes.
Se lo había pedido el propio candidato presidencial mejor evaluado del sector, Joaquín Lavín, cuando el 19 de enero le solicitó al Presidente Piñera “estar en un segundo plano”. Si bien el escenario era otro –aún con el estallido social vigente en las calles, previo a la pandemia–, las palabras del alcalde de Las Condes, además de romper el código implícito de no dar órdenes a la máxima autoridad, sobre todo si se es parte del oficialismo, al mismo tiempo, hicieron eco de una crítica trasversal que ha existido desde el primer mandato del actual gobernante, y que dice relación con el daño que genera cuando pasa por sobre sus ministros, sin considerar los efectos secundarios.
No por nada, la primera misión que tuvo su primer comité político, durante este segundo Gobierno, fue implementar un diseño que se trabajó en las oficinas de Apoquindo 3000 y que buscaba suplir el que se había detectado como uno de sus mayores déficits. Aunque su implementación alcanzó a durar un par de meses, la naturaleza política propia del Mandatario terminó primero por trizarlo y, luego, por echarlo por la borda con el sinnúmero de improvisaciones y apariciones que no tuvieron en un principio la venia de sus escuderos. Recordados son el caso del nombramiento como embajador en Argentina de su hermano Pablo y el viaje a China con sus hijos.
Pero el que sufrió más arduamente esta pulsión del Presidente fue el anterior comité político, que vio cómo el jefe de Estado, en medio de una crisis institucional y política, hizo y deshizo a su gusto, quitándoles el piso de cuando en cuando a sus jefes de cartera y, por ende, debilitándolos como interlocutores válidos para cualquier tipo de negociación no solo con la oposición sino también con los suyos.
De esta forma, y tal cual lo señalaron desde Chile Vamos, “sin muchas luces”, se ha logrado alcanzar un mayor control de la agenda, aunque “aquello no quiere decir que se alineó el bloque por completo ni mucho menos”, pues el déficit aún es palpable, pero entienden que la impronta política de sus nuevos miembros, hasta ahora, generó un mayor grado de confianza al Primer Mandatario que terminó por hacer caso y se puso en un segundo plano.
Los que reconocieron esta parte del trabajo como lograda, son los mismos que advirtieron que no es la primera vez que el Jefe de Estado retrocede, y que tampoco sería una gran sorpresa que decida hacerse nuevamente de los principales ejes de la discusión diaria, según su necesidad de aparecer como el gestor de cualquier “eventual y pequeño triunfo”, lo que desde hace un buen tiempo a la fecha escasea en Palacio. Y una de las mayores razones que asignaron a esta tesis es que el Presidente aún tiene “clavada la espina” de no ser considerado como uno de los artífices del acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución; por el contrario, se trató de un trabajo meramente parlamentario, a pesar de todos los intentos por revertirlo.
Según la encuesta Criteria del mes de agosto, el Presidente Sebastián Piñera subió tres puntos respecto de la última medición, pasando de un 12 a un 15 por ciento. En esta misma medición, la desaprobación a su gestión retrocedió 3 puntos, instalándose en un 79 por ciento. En el caso de Activa Research, el alza en la evaluación positiva fue de 6,3 puntos en relación con la muestra de la primera quincena de agosto. Si se analiza la encuesta Cadem, desde finales de julio –momento en que se lleva a cabo el último cambio de gabinete– a la fecha, la aprobación se mantiene en un promedio de un 20 por ciento.
Desde La Moneda, si bien niegan que el jefe de Estado se haya “replegado”, reconocen que hubo una instrucción de mayor despliegue de los ministros en terreno y también en regiones. La orden presidencial esta vez alcanzó también a los diferentes seremis, a quienes se les solicitó que enviaran propuestas de pautas de terreno a Presidencia.
Desde el oficialismo reconocieron que, no obstante es temprano para hacer grandes evaluaciones, no cabría duda de que el Presidente Piñera, por ahora, ha dado muestras de confianza a su nuevo equipo, y que la primera señal de que esta se perdió, va a ser cuando “salga a hacerse nuevamente de la agenda”.
El director de formación de la Fundación Jaime Guzmán, Claudio Arqueros, cree que “este gabinete ha cumplido un rol poco visible (salvo excepciones), y esa es precisamente su virtud, porque vino a descomprimir la presión sobre el Gobierno y el Presidente en medio de un escenario de conflictividad política permanente”. De todas formas, Arqueros agregó que “el estatuto que debería definir la evaluación final del comité político será, por un lado, la capacidad de articular al bloque oficialista, y aquello debería empezar a vislumbrarse recién después del plebiscito. Por otro, restituir el principio de autoridad lesionado desde el 18/O, cuestión que también requiere esperar para saber qué ocurrirá con la insurgencia que la pandemia dejó en suspenso”.
Para el analista político Kenneth Bunker, uno de “los flancos más abiertos de este Gobierno, es la misma figura del Presidente, que genera un rechazo natural en la ciudadanía que se opone al Gobierno, todos los que no votaron por él tienen problemas con su figura política, y eso se acentuó después de octubre. Este gabinete ha hecho bien en tomar un poco más de liderazgo, un curso de poder político. Este gabinete tiene mayor peso político que el anterior, partiendo por Interior, más oficio. El diagnóstico de que hay que sacar al Presidente de la luz se ha recetado y se ha hecho bien”.
Los flancos y las debilidades
Todos los ministros del comité político, con excepción del titular de Hacienda, Ignacio Briones, tienen experiencia parlamentaria, lo que les confiere una base política indesmentible para ejercer el cargo, pero “otra cosa es con guitarra”, consignaron desde La Moneda. Y es que nadie duda de que este comité, a diferencia del anterior, tendría más herramientas para su desenvolvimiento, pero errores puntuales, así como malos cálculos, han evidenciado que lo que parece una simple ecuación matemática, ahora se ponga en cuestión.
Uno de estos casos –aunque no sea su responsabilidad– toca al ministro vocero, Jaime Bellolio, quien durante los últimos días ha tenido que salir a aclarar, y a recular también públicamente, respecto del plan “Fondétate en tu casa” del Gobierno. En este caso se entregó una serie de versiones contradictorias –que fueron catalogadas como “graves”, considerando que se trata del resguardo de la salud de la ciudadanía– entre el jefe de la cartera de Salud, Enrique Paris, y el ministro Bellolio, quien debió salir a corregir en público a su par a cargo de la pandemia.
Pero otro, que sí es de su entera responsabilidad, fue el haberse hecho cargo de una tesis que un sector de la oposición trabajaba bajo cuerdas con miras al plebiscito y que lo llevó a cometer un error de “principiante”, como señalaron desde Palacio. Se trata del tira y afloja de la discusión respecto de cómo va a salir parado el Ejecutivo tras el 25 de octubre, y al cual la ciudadanía identifica con la opción del Rechazo, según el estudio “Gobierno frente al plebiscito” de Criteria.
El 17 de agosto, Bellolio, en una de sus intervenciones, dijo que “no es el plebiscito una especie de referendo revocatorio como pretende una izquierda radical presentar sobre el Gobierno”, frase que molestó sobremanera, pues hizo eco de aquella discusión y colaboró para superponerla en el debate público. Desde la casa de Gobierno reconocieron que aquello fue un “craso” error, considerando los duros cuestionamientos de que es víctima el Mandatario y que no han hecho más que debilitar su liderazgo. “Se le regaló un punto a la oposición”, puntualizaron.
En el caso del ministro del Interior, Víctor Pérez, a pesar de su experiencia política, que va desde cuando era alcalde de Los Ángeles, en los tiempos de la dictadura, pasando por una trayectoria parlamentaria sin paréntesis, hasta que asumió su nuevo cargo, de igual manera se inscribió con una falta que quedó anotada en los registros y que, asumen, se la van a cobrar al Gobierno en cualquier momento. Se trata del respaldo que le dio a su amigo Pablo Longueira, quien se encuentra acusado de cohecho dentro del caso SQM, y que se apronta al juicio oral. Consultado por el tema, el exsenador y actual ministro expresó que “estoy seguro que es absolutamente inocente”, una respuesta calificada como “impresentable” desde Palacio, ya que, más allá de que no siempre se respete, “es ley” tomar palco y no pronunciarse respecto de un caso aún irresoluto, considerando además el conflicto de interés que trae consigo.
Pero eso no es todo, desde que asumió su nuevo puesto, tres hitos marcan su paso por el ministerio a cargo de la seguridad nacional. El primero es la crisis que se vive en La Araucanía y en relación con la cual se le acusa no haber tenido la sensibilidad necesaria para entrar de lleno en el tema cuando, en su primera actividad como jefe de cartera, llegó hasta el sur del país pidiendo el desalojo de las municipalidades en toma y señalando que en Chile no existen presos políticos. Más allá de la postura oficial, que no dista de sus términos, la forma fue cuestionada desde diversos actores que trabajan en la región y que apuntaron a su actuar como una provocación con miras a entregar una señal a su sector, pasando por encima del interés nacional.
En segundo término, abrió un flanco complejo, considerando los tiempos electorales que se viven y que se extienden hasta el fin del actual mandato: se trata del discurso e inacción frente al paro de camioneros, donde su rol fue puesto en cuestión e, incluso, se llegó a considerar una acusación constitucional en su contra. El no haber invocado las leyes que le permitían haber evitado los cortes de carretera, el desabastecimiento y los problemas financieros que se suscitaron durante la movilización de un gremio de dueños de camiones en medio de la pandemia, puso en entredicho su carácter al mando y se le acusó, en esta ocasión, de todavía estar ejerciendo con el “traje de parlamentario”.
Tercero, como responsable civil de Carabineros, los que también están en medio de la discusión, debido al actuar dispar que han tenido frente a las manifestaciones en pos del Apruebo y las que se han desarrollado en favor del Rechazo. Aún no existe una explicación satisfactoria al respecto.
En el caso del ministro de la Segpres, Cristián Monckeberg, si bien no es de su entera responsabilidad, es a él a quien se le apunta y critica a la hora de hablar del fallido intento del Gobierno por retrasar las elecciones de gobernadores regionales y el avance de la ley que elimina por única vez las inhabilidades de diversas autoridades para postular a otros cargos disponibles. A este respecto, Monckeberg no tuvo la capacidad de haber enrielado siquiera al oficialismo, que salió públicamente a cerrarle la puerta en la cara, propinándole una nueva y pública derrota al Gobierno.
En este sentido, otra de las deudas del actual comité pasa, precisamente, por evitar que la sucesión de derrotas siga estando a cargo de su propio sector, haciendo imposible traspasarle la responsabilidad a la oposición, fórmula que le ha funcionado al Ejecutivo en más de una ocasión.
Fuente: El Mostrador