La DC en el nuevo ciclo político
Esteban Vega, Dirigente Regional DC
Han culminado las mega elecciones de mayo y junio. Después de semanas de incertidumbre y muchas sorpresas, el panorama comienza a despejarse. Y aunque los analistas políticos hacen distintas reflexiones que definen ganadores y perdedores, todos coinciden en que se ha configurado un nuevo mapa político en Chile, que remite a nuestra geografía electoral de hace cincuenta años, o tiene semejanzas con la España post Aznar y Rodríguez Zapatero, como resultado de la crisis económica europea de inicios de la década pasada.
La Democracia Cristiana, actor fundamental del Chile de los últimos 60 años, ha estado en el debate y el análisis de todos los politólogos de la plaza. Y no pocos han caído en la tentación de decretar su muerte, apelando al desastroso resultado de las elecciones de convencionales constituyentes, donde la otrora todopoderosa DC solo obtuvo 2 de 155 convencionales constituyentes. Ese resultado, funesto por donde se mire, se contrapone con la condición de partido político con más alcaldes del país, una gran cantidad de concejales, y 4 gobernadores regionales electos (5 si contamos al Ex DC Rodrigo Díaz en Bio Bio), entre ellos, Claudio Orrego, en la Región Metropolitana.
¿Ganó o perdió la DC en estas elecciones? ¿Cómo leer los resultados obtenidos? ¿Mal resultado, considerando las elecciones de convencionales? ¿Buen resultado, considerando las elecciones de alcaldes, concejales y gobernadores? Casi como una ironía del destino, el mismo partido que muchos vienen dando por muerto hace décadas, hoy tiene la primera opción presidencial, en manos de la presidenta del Senado, Yasna Provoste.
No es posible configurar, respecto de los resultados, una sola lectura y una sola visión; sin embargo, es posible avanzar hacia la construcción de un diagnóstico común, y proyectar caminos que permitan definir qué rol debe cumplir la Democracia Cristiana en el nuevo ciclo político de nuestro país.
En primer lugar y en relación al diagnóstico, es necesario entender que el resultado de este domingo es multicausal. Tan importante como el rechazo que el tono soberbio y polarizante de Karina Oliva y Daniel Jadue producen en muchas personas, es la confianza que las personas han depositado en Unidad Constituyente como representante de la oposición que es garantía de cambios con responsabilidad política.
En relación a las proyecciones, es importante que el resultado electoral no nos impida “ver los árboles en el bosque”. Y es que la ciudadanía ha hablado: Quienes han votado (pocos, para ser honestos) nos han dicho que en Chile las cosas deben cambiar.
La Democracia Cristiana ha sido grande cuando ha liderado procesos transformadores. Lo ha sido cuando, sin mirar el cálculo pequeño y de corto plazo, ha sido capaz de representar una esperanza para los chilenos y chilenas. Transformaciones fundamentales de nuestra patria son el legado de un partido que está en el corazón de miles de chilenos: la reforma agraria, la promoción popular, la recuperación de la democracia o la reducción de la pobreza y la indigencia en Chile son el legado de la Democracia Cristiana para Chile.
Hoy son otros los desafíos. El próximo gobierno deberá enfrentar el arduo proceso de recuperación económicas post pandemia, el cual requerirá de mucha unidad y capacidad de anteponer el bien de Chile. Ese mismo gobierno deberá implementar las definiciones de la nueva Constitución, y conducir las reformas urgentes que la ciudadanía demanda en salud, pensiones, educación y descentralización.
¿Puede seguir aportando la DC en este nuevo Chile? Sin duda. Para ello, debe ser capaz de actuar, de cara a la ciudadanía, para ofrecer un proyecto de transformaciones construido en paz social, sin exclusiones ni polarizaciones, y que ponga al ser humano al centro, para la construcción de un Chile más justo, y donde valga la pena vivir.