Jueves, Noviembre 21, 2024
Columna de Opinión

Cinco de Octubre

Por: Mario Peñailillo Acevedo, Profesor.

Día raro este, día de recuerdos que ya no lo son, día de una memoria que se ha ido fragmentando pedazo a pedazo y que se me vuelve lento de traer a este eterno presente.

El día comenzó con la Irene y el Eduardo de once meses en sus brazos, colgados y abrazándonos nos despedimos con la incerteza de no saber si volveríamos a encontrarnos. Mañana casi de madrugada, mi padre a votar temprano y luego al clandestino local de acopio de información electoral ubicado en la calle Negrete, donde se ubicaba la Cámara de Comercio de nuestro glorioso Conchalí. Yo a un colegio de Zapadores con Gambino de apoderado general, militares, gente tímida, calles vacías, pocas micros no de las amarillas, se acuerdan Ovalle Negrete y Matadero Palma.

Los nervios acumulados y colgando de la piel, un papel notarial que acreditaba mi rango y que obviamente ante una salida de fuerza de nada me serviría.

Los rostros de Rodrigo, la Carmen y su hermana la Techi, de Rafael y de Mauricio Castillo, de su padre Don Hernán, de la chica Fresia, del flaco Marco, del Polo Quezada y su mujer; y de tantos otros que se me van olvidando por el paso del tiempo y los años vividos.

Y de pronto el milagro, las mujeres con sus cabros moquientos colgando de sus brazos a votar, primero de decenas, luego centenas y luego las filas largas como mi espera. Después el silencio, la espera, los cigarros que se fueron consumiendo uno tras otro, y como vamos compañero, yo creo que bien camarada. Y luego las urnas, como volcanes embramados comenzaron a eructar esos papeles blancos, esas marcas de lápiz mina, y no, y otro no, y otro más y que chucha hacemos ahora mira que vamos ganando, y como estará la cosa en las otras escuelas, y en el país.

Y tal como ahora, cuando estas palabras se van pegando tecla tras tecla, la tarde fue creciendo en oscuridad y las calles se fueron deshabitando como hormigas que corren a su guarida mientras un puñado de hombres y mujeres seguíamos con el alma este proceso que era y es historia. Gano el No. Los militares del colegio con rifles en ristre, viva Chile mierda, el mocoso (y yo con apenas 21 años) que hacia de enlace volaba en su bicicleta trayendo y dejando las papeletas de computo rápido. La tarea se había terminado.

A la sede de Independencia, ese local que más parecía taller mecánico que lugar de encuentro de jóvenes y adultos que queríamos un país mejor. Gano el no huevón, ganamos, por primera vez en la historia, en mi historia, no estaba derrotado, por primera vez los que sobrábamos ganábamos a aquellos que nos mantenían a puro pan, a puro te así nos tiene Pinochet.

A buscar a mi padre, mi viejo, las calles desiertas, vehículos con hombres armados pasando de vez en cuando, viejo vámonos con cuidado, camino a la casa, la puerta abierta, abrazos, esperanzas, sueños, lagrimas, las mismas que recorren mis mejillas cuando término de escribir estas palabras.

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