¡¡Amarillos!!
Por: Juan Manuel Sepúlveda M. Ex especialista senior de la Organización Internacional del Trabajo; actualmente integrante del equipo de Trabajo de la candidata a la presidencia Yasna Provoste; del Frente de Trabajadores DC; miembro de las comisiones técnicas-políticas de trabajo e internacional de la DC.
Que curioso que un grupo de la élite política e intelectual chilena de centro e izquierda se auto califiquen de “amarillos”. El amarillismo históricamente para los trabajadores y sus organizaciones tiene una connotación diferente a la que tratan de explicar los firmantes del denominado manifiesto “Amarillos por Chile”. El amarillo es aquel rompe-huelga, es el que defiende los intereses de los más poderosos, es el que divide a los trabajadores para formar un sindicato afín a la empresa, es aquel que denunciaba en dictadura a sus compañeros por intentar organizar el sindicato. Los amarillos fueron aquellos dirigentes sindicales que fueron a la Conferencia de la OIT, en 1974, a justificar el golpe cívico-militar. El amarillo fue el delator, el traidor durante la dictadura.
El amarillo es el que tuvo la oportunidad de cambiar el modelo de desarrollo que se heredó de la dictadura y no lo hizo, limitándose a administrarlo. A pesar del agobio de hombres y mujeres trabajadores por prácticas neoliberales y actos antisindicales no lo hicieron. Muchas políticas económicas orientadas a profundizar los desequilibrios impuestos por el mercado han permanecido gracias al “amarillismo”.
Las organizaciones sindicales de nuestro país han aportado esfuerzos y vidas de generaciones de hombres y mujeres trabajadoras para la construcción de la democracia. La dictadura fue abatida gracias a la acción organizada de los trabajadores y trabajadoras, que al luchar por la libertad sindical lucharon también por el respeto de todo el conjunto de libertades inherentes al ser humano.
Hoy tenemos la oportunidad de construir un país más justo, a pesar del “amarillismo”. Hombres y mujeres trabajadoras enarbolaremos la bandera de Chile y de nuestros pueblos originarios que nos une sin distinción.
Juan Manuel Sepúlveda Malbrán