Sábado, Noviembre 23, 2024
Columna de Opinión

La “nueva” política exterior de Boric

Por: Felipe Garrido. Profesor y licenciado de Historia, mención en Ciencia Política. Magíster en Relaciones Internacionales. Docente PUCV y Consultor

El actual gobierno del presidente de Chile Gabriel Boric supone un conjunto de ideas para la Política Exterior, que, a un año de asumir el cargo, son posibles de evaluar.

La nueva política exterior.

El gobierno de Gabriel Boric en Chile es un caso relevante para estudiar las características del giro a la izquierda de Latinoamérica.

Una de las áreas claves para evaluar el peso de las ideas del gobierno chileno es su política exterior, porque según ellos mismos habría una nueva etapa en relación con los gobiernos chilenos de las últimas décadas.

Buena parte de ideas para la “nueva” política exterior se concentran en el libro “Nuevas voces de política exterior. Chile y el mundo en la era post-consensual”. Aquí se profundizan conceptos como la política exterior turquesa (ambiental), una política comercial con desarrollo inclusivo, política migratoria flexible, reafirmar la vigencia del multilateralismo, mayor compromiso con los derechos humanos, una política exterior feminista y plurinacional, abrir más espacios de paradiplomacia y una política exterior de cooperación, con énfasis en América Latina.

A un año de asumir el gobierno ¿cómo se ha reflejado esta nueva política exterior? Esta columna sintetiza aspectos positivos como el cumplimiento de algunas promesas de campaña y la continuidad en materias claves, pero también otros negativos como la falta de poder, desprolijidad y amateurismo en ciertas materias.

Algunas promesas cumplidas en materia ambiental

En marzo del 2022 fue suscrito por Chile el Acuerdo de Escazú, que se encontraba en vigor internacionalmente desde un año antes, pero que tenía pendiente el visto bueno del ejecutivo para integrar a Chile.

Posteriormente, en junio, el presidente encabezó el lanzamiento de la coalición “Américas por la protección del océano” que tiene por objetivo generar espacios de colaboración, cooperación y coordinación entre los países de América del Pacifico, para enfrentar de manera conjunta las amenazas que afectan al océano y asegurar su cuidado.

Ambos hitos van en línea con la política exterior turquesa, es decir, el paradigma de desarrollo que plantea una mirada ambiental progresista, con políticas para el cuidado de la tierra y océanos.

En el mismo sentido tenemos que destacar el rechazo que realizó el Comité de ministros del presidente Gabriel Boric, al proyecto minero-portuario Dominga, que comprometería un importante daño a la flora y fauna del sector, algo que no se atrevió a hacer el gobierno anterior de Sebastián Piñera.

Continuidad en asuntos claves

En diciembre del año recién pasado se conoció el fallo de la Corte Internacional de Justicia en La Haya sobre el río Silala, asunto que enfrentaba a Chile y Bolivia, y en el que se le dio la razón a la postura chilena, lo que es tomado como un triunfo.

El gobierno de Boric mantuvo el trabajo desarrollado en años anteriores, velando por la certeza jurídica, uno de los pilares de la política exterior chilena tradicionalmente.

Se mantiene la misma estrategia con respecto a los límites de la plataforma continental, que enfrenta intereses chilenos y argentinos.

En posicionamiento multilateral, Chile fue elegido por la Asamblea General de Naciones Unidas como miembro del Consejo de Derechos Humanos de la organización internacional, correspondiente al Grupo de América y el Caribe, para el período 2023-2025, siendo la votación más alta de la región.

En general estos aspectos positivos o logros del gobierno provienen de procesos anteriores que el actual gobierno supo administrar correctamente.

Debilidad política

Tanto en su etapa de diputado como en la campaña presidencial, Boric votó en contra del acuerdo traspacífico (TPP11), debido a que implicaría dificultades para un desarrollo autónomo de Chile, por ejemplo, en el área industrial. Postura que comparte con otros líderes latinoamericanos de su sector.

Recodemos que uno de los pilares de la “nueva” política exterior es la política comercial con desarrollo inclusivo, lo que atribuye un rol más presente al Estado. Por este motivo su aprobación se retrasó más de lo debido.

Sucede algo parecido con el acuerdo de modernización con la Unión Europea, con quien se decidió actualizar su acuerdo de asociación del 2002. Las negociaciones técnicas del nuevo acuerdo concluyeron en noviembre del 2021, pero debía ser ratificado por el presidente.

Al igual que con el TPP11, esto fue demorado, porque el Gobierno decidió revisar algunos aspectos técnicos que amenazarían la autonomía del país, lo que generó molestia en Europa.

Pese a que ambos tratados fueron ratificados, lo criticable en estos casos no es que el gobierno defienda intereses nacionales propios, sino que se evidencia una predisposición hostil hacia los acuerdos de carácter comercial, marcando su sello ideológico.

La razón por la que estos acuerdos salieron adelante no es la voluntad del gobierno, sino la falta de poder y de respaldo incluso al interior de la coalición de gobierno.

Desprolijidad y amateurismo

A finales de marzo, la entonces ministra del Interior validó la existencia del “territorio de la nación mapuche” o wallmapu, lo que compromete una extensa zona de Argentina, generando una polémica gratuita con dicho país.

Luego, en septiembre, el presidente Boric decidió no aceptar al embajador de Israel en el Palacio de La Moneda, debido al accionar del Ejército israelí en Gaza, donde un joven de 17 años perdió la vida en Cisjordania a raíz de una operación militar. El Ministerio de Exteriores israelí reaccionó señalando que “Israel ve con gravedad el comportamiento desconcertante y sin precedentes de Chile”, que “perjudica seriamente las relaciones entre países”.

En estas situaciones se evidencia la improvisación y la ansiedad por mostrarse ante su electorado como un gobierno más progresista que los anteriores, pero dañando las relaciones internacionales.

En la Cumbre de las Américas desarrollada en junio del 2022, el presidente Boric criticó la ausencia de Estados Unidos en la cita, aun cuando el exsecretario de Estado John Kerry, estaba sentado a pocos metros de él.

La designación de embajadores también fue polémica, en particular la de España y Reino Unido, porque no se reconoce en ellas ninguna explicación más allá de la amistad que poseen con el presidente. Estas designaciones no se condicen con la promesa de otorgar más espacio a los diplomáticos de carrera y con mérito profesional.

Por último, tras el rechazo al proyecto Dominga, se generó otra desprolijidad, porque desde Argentina especulaban con la aprobación del proyecto para el cruce cordillerano Agua Negra. El embajador argentino manifestó la molestia de Argentina porque no se les avisó, como se habría comprometido Chile.

Aunque lo más bochornoso fue la filtración de audios donde se discutía una respuesta oficial al embajador, exponiendo las diferencias internas del gobierno, y evidenciando falta de seguridad.      

Balance

El gobierno tiene hitos que mostrar, que contribuyen al cumplimiento de sus promesas de campaña en materia internacional, sin embargo, la mayoría de los asuntos importantes, no destacan por una “nueva” política exterior, ni por una transformación sustantiva que marque diferencias con los gobiernos anteriores.

En cambio, hemos visto una continuidad casi involuntaria, accidental, con demoras y trabas autoimpuestas, al menos en muchas de las materias abordadas.

La tarea internacional del gobierno es compleja si analizamos el contexto de crisis global, con un sistema internacional en transformación, pero al menos debe ser capaz de ordenarse internamente y cohesionar posiciones para no contradecirse en el ejercicio, y así proyectar mayor seguridad.

Para eso deben asumir que lo que funciona hasta ahora es una política exterior “no tan nueva”, y no sentir vergüenza de eso.

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